“moral” se interprete con referencia a las acciones de la persona en las circunstan- valores y de los principios morales, porque sin una moral pública no es posible el Las opciones “éticas” sobre valores, planes de vida, modelos de todavía, una tarea inconclusa, que tiene avances y retrocesos, y que no podrá darse.
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Así pues, la revolución que comenzó con Nietzsche significó un eminente derrumbe del saber idealista y un ocaso del lenguaje conceptual que hasta entonces se tomaba como autoridad capaz de dar cuenta de manera transparente y absoluta sobre la verdad. La realidad, entonces, lejos de ser una cuestión que se explica desde la metafísica de la tradición platónico-aristotélica, se entiende en su aleatoria transitoriedad donde la fuerza de la interpretación tiene un papel protagónico y fundamentalmente ético. Comenta que este pueblo se observaba a sí mismo como débil y oprimido, y establecía, para su protección, una idea de moralidad basada en esperanzas ultraterrenas.
Por otro lado, se promovió un sentimiento de tener una deuda con la divinidad, mismo que no ha dejado de crecer a lo largo de la historia. La moral cristiana representa, para Nietzsche, una elaborada forma de manipulación. Ahora los miserables son los buenos: los pobres, los impotentes, los que sufren, los enfermos, entre otros.
Son ellos los principales benditos de Dios. Una de las principales teorías éticas sobre las cuales se ha basado el posterior estudio de la moral fue la desarrollada por Kant. A lo largo de su obra Nietzsche reflexiona sobre el desarrollo de las virtudes humanas, y dice de ellas que deben ser personales y no impuestas desde el deber hacia un imperativo categórico. Para hablar de cómo el ser humano es capaz de superar la figura del deber impuesto y de alcanzar cierto grado de libertad Nietzsche introduce la analogía de las transformaciones del espíritu.
Las virtudes de las que habla Nietzsche, aquellas que se comienzan a crear cuando uno se vuelve como niño, son originales, una invención propia, que el ser humano es capaz de defender, porque han sido resultado de una batalla triunfal y desde ellas puede dar cuenta de sí mismo, de atestiguar de sí. Aquí, el actuar puramente conforme al respeto al deber, tal como el rigor de Kant propone, limitaría la naturalidad con la que un niño se afirma a sí mismo. Tanto en Nietzsche como en Kant el ser humano cuenta con el potencial para llegar a ser el creador de sus propias virtudes y ser capaz de atestiguar por ellas.
Pero en Nietzsche es distinto: el camino para llegar a la capacidad de mandarse y obedecerse a sí mismo es el corazón de la crítica nietzscheana hacia la ética del deber de Kant.
Lo que Nietzsche manifiesta, aquí, es el rechazo a la idea de pensar que este esfuerzo le puede ser ahorrado al ser humano. La filosofía nietzscheana como herramienta para la forja de una identidad ética. Este esquema no enseña al ser humano a aceptarse, mucho menos a amarse a sí mismo, sino que trata de sujetarlo a la idea de un deber y de alinearlo a un estereotipo moral universal y, en el caso de la religión, le inculca esperanzas ultraterrenas y desprecio hacia los instintos humanos.
En respuesta a lo anterior Nietzsche retoma el concepto del Eterno Retorno, el cual se refiere a una visión cíclica de la realidad. Esta noción ya se había explorado por algunos filósofos de la antigüedad, pero no contaba con una unificación de sentido. El Eterno Retorno, como el mismo Nietzsche lo expresa, es el centro y la esencia de toda su filosofía. Es en Ecce Homo , la obra en la que Nietzsche habla de dónde le vino la inspiración para la teoría del Eterno Retorno. El Eterno Retorno tiene, necesariamente, implicaciones éticas para el ser humano y puede servir de guía en el proceso de configuración de su propio Modo de Ser.
Sobre lo anterior Nehamas se expresa de la siguiente manera. Lo que interesa, desde este enfoque, es la capacidad de cada ser humano de afirmarse a sí mismo y de alegrarse de lo que uno es ante la hipotética posibilidad de que la propia vida pudiera regresar una y otra vez por toda la eternidad. De igual modo este enfoque hace referencia a un sentido de responsabilidad y compromiso ya que al querer y afirmar que algo regrese se afirman, también, sus implicaciones tanto para nosotros como para otros.
Para Nietzsche, todo aquel tormento por el que atraviesa el ser humano cuando es como un camello, 31 cuando se le carga con preceptos morales que no consigue comprender y que no es capaz de asumir como propios; cuando se le infunde un cargo de conciencia y una culpa; todo ello forma parte del proceso de endurecimiento de la voluntad, es la filosofía a martillazos que conduce a la vida a ser como un diamante, con la misma dureza, pero también con el mismo brillo.
Para exponer la Transmutación de los valores Nietzsche habla sobre los distintos tipos de nihilismo que se han presentado a lo largo de la historia del pensamiento occidental.
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Aparece, entonces, un sentimiento de pesimismo desde el cual se observa a la raza dominante la raza débil que busca apagar los instintos y pasiones vitales de los seres humanos haciendo que pierdan la fe en sí mismos; situación ante la cual pareciera que sólo los mediocres prosperan, los hombres de la raza débil que avanzan, pero no han tenido el coraje de cuestionar el origen de las valoraciones que se les imponen y a las cuales se han ajustado.
En su forma radical, desde este nihilismo ocurre un desencantamiento de la figura de divinidad. Todo cuanto había conocido y la manera en que lo había hecho corresponde a un orden en el que todo se estabiliza y se uniforma para que sea accesible a todos de igual forma. En Nietzsche, la Transmutación de valores se refiere al cambio de paradigma entre aquellas valoraciones que se heredan por la tradición, que causan resentimiento, y las nuevas perspectivas que cada ser humano construya para sí mismo.
De esta manera el ser humano se convierte en el escultor de su propia obra de arte; la forja y la moldea utilizando como herramientas las virtudes que escoge para sí mismo. Para comprender a cabalidad la manera en que el ser humano es capaz de llevar a cabo una Transmutación de valores es conveniente entender el concepto de Voluntad de Poder en Nietzsche.
Sobre lo anterior Castrillo 34 aclara que la Voluntad de Poder no es, como tal, una facultad de los seres humanos: no quiere decir que el hombre posea voluntad o capacidad para realizar tal o cual cosa. Tampoco significa que el hombre se encuentre en busca del poder; es decir que el poder no es una meta que se propone alcanzar. La Voluntad de Poder es la esencia misma de todo, no solamente los seres humanos; sino de todo cuanto vive. La Voluntad de Poder existe en el ser humano sin que él lo decida y corresponde a cada persona cómo la manifiesta; es responsabilidad de cada uno la manera en que decide interpretar su propia vida y actuar con relación a todo aquello que le rodea.
Como parte de esta moral, el hombre se observa a sí mismo dentro de un rebaño y encuentra su valor en el cumplimiento de las normas dictadas y en el apego al ideal establecido por la tradición.
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Es necesario, entonces, una Transmutación de la noción de nihilismo desde la cual el concepto cobre fuerza y creatividad, que se transmute en un nihilismo activo en el que los seres humanos superen el tedio que les produce el desencanto y busquen tomar las riendas de su propia existencia. Para esto Nietzsche invita a buscar la propia destrucción, llegar a un ocaso. De acuerdo con Nietzsche, el hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el Superhombre, y en ese camino puede apropiarse de sí mismo para destruirse y volverse a construir con pasión y creatividad.
Acercarse a ese Modo de Ser en el cual el ser humano sea capaz de crear y seguir sus propias virtudes para así amar cada versión de sí mismo que se vaya construyendo; esta es la tarea que Nietzsche encomienda. Aquí convergen dos de los principales temas de la filosofía nietzscheana: el Superhombre y el Eterno Retorno.
Lo ejerce quien abarca toda la fuerza y la debilidad que ofrece su naturaleza y sabe luego integrarlo tan bien a un plan artístico que cada elemento aparece como un fragmento de arte y de razón hasta el punto de que incluso la debilidad tiene la virtud de fascinar a la mirada. Nietzsche habla de despreciar todo concepto moral que no se haya construido individualmente; sin embargo, este desprecio no debe confundirse con un resentimiento o con un deseo de venganza, ya que se caería en un nihilismo reactivo y pasivo.
El desprecio al que Nietzsche se refiere es un sentimiento de madurez que ya no siente rencor hacia aquello que cuestiona. El hombre que desprecia los conceptos tradicionales se da cuenta de que era importante atravesar por todo aquel adiestramiento para cobrar fuerzas y despegar hacia la creación y la conquista de sus propias virtudes. Lo que se observa aquí es la capacidad del hombre maduro de defender sus propias virtudes, y de juzgarse a sí mismo, de hacerse responsable del respeto y la obediencia hacia sus propias tablas de valores. En la introducción de esta investigación se plantearon preguntas y objetivos que giraban en torno a la posibilidad de que el ser humano, al conocer la crítica de la que han sido objeto las concepciones tradicionales sobre el conocimiento y la moral, sea capaz de tomar distancia de las mismas y comenzar a diseñar y construir para sí mismo una Identidad Ética original.
Asimismo, se abrió camino a una nueva forma de interpretar el Modo de Ser del ser humano y se le estableció como principal responsable de la construcción de sí mismo.
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Explorar la crítica nietzscheana hacia el pensamiento tradicional en Occidente, tanto en el plano metafísico y científico como moral y social, representó una oportunidad para realizar un ejercicio genealógico que permitió descubrir el origen de las concepciones sobre lo bueno y lo malo, y comprender que estos conceptos no siempre fueron opuestos, sino que han sido manipulados con fines utilitarios, de homogeneización, de conservación y también de preservación de poder. La eutanasia es de por sí un grave mal moral, pues es contraria al significado de la vida humana, don y bien irrenunciable.
Aun suponiendo que una despenalización de la eutanasia no llevara consigo peligros y efectos indeseados, el hecho mismo de quitar la vida a alguien, aunque sea a petición suya, sería siempre humanamente inaceptable.
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Mencionamos brevemente algunas de ellas. La aceptación social y legal de la eutanasia generaría, de hecho, una situación intolerable de presión moral institucionalizada sobre los ancianos, los discapacitados o incapacitados y sobre todos aquellos que, por un motivo u otro, pudieran sentirse como una carga para sus familiares o para la sociedad. No es difícil percibir el retroceso que la legitimación del mal moral de la eutanasia comportaría para la vida social.
Se dice y se subraya que la eutanasia que se pide es la voluntaria. Por lo que acabamos de decir, la eutanasia solicitada lleva consigo la malicia del suicidio y de la cooperación con el suicidio. En segundo lugar, directamente, a causa de decisiones ajenas no deseadas ni controladas. En murieron en Holanda De estas personas sólo 5. En el resto de los casos, los interesados no sabían que otros tomaban por ellos la decisión de que ya no tenían que seguir viviendo.
En una sociedad que consintiera esto, la desconfianza y el temor se apoderaría de muchos enfermos, de los ancianos, de los discapacitados. La fe en Jesucristo, fuerza para vivir y morir dignamente. El Credo que profesa la Iglesia nos lleva a esperar la Vida eterna. Es la esperanza de la gloria que relativiza todas las dificultades y dolores de este mundo y nos da la fuerza necesaria para hacer de nuestra vida una ofrenda constante a Dios y a los hermanos. La fe en la Vida eterna nos permite vivir con serenidad y dignidad incluso cuando nos vemos confrontados con el sufrimiento o con la injusticia.
En este caso, siguiendo los pasos del Señor crucificado, sabemos que el mal es vencido por la confianza y el amor en virtud del poder del Dios creador, que resucita a sus fieles para la Vida. El sufrimiento, de por sí es un mal, no lo adoramos a él, sino al Dios que puede sacar bien incluso del mal.
El dolor, cuando es asumido con fe y esperanza no destruye al ser humano, sino que contribuye también a engrandecerlo. La fe en Jesucristo resucitado nos lo dice bien claro a los cristianos. El sufrimiento puede sumir en la desesperación, pero puede también desarrollar en quienes lo encaran por amor y con esperanza capacidades físicas y morales insospechadas. Los ejemplos de ello son incontables. La aceptación social y legal de la eutanasia no es un buen camino para que podamos morir bien y con dignidad. La Iglesia trabaja en favor de la muerte buena y digna. La fe en Jesucristo que la Madre Iglesia alumbra en nosotros es, en definitiva, la mejor ayuda para todos y cada uno de los que vamos al encuentro de la muerte.
La fe, la esperanza y la caridad son los verdaderos caminos hacia la muerte buena y digna. Una persona joven comete un posible delito.
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